Las Columnas

MICRÓPOLIS / Mis 45 años como Periodista

Por Bertoldo Velasco Silva

Junio, es el mes perfecto. No podía escoger mejor fecha que esta para recordar como hace 45 años me iniciaba en esta extraordinaria profesión que me ha prodigo muchos placeres, desavenencias, sinsabores y también muchas satisfacciones. Recuerdo al leer uno de mis libros favoritos de Emil Dovifat, que cuando recién se egresa de la carrea empiezas a poner en práctica tus conocimientos publicando tus primeros trabajos, sientes que el mundo es tuyo. En mi caso, a diferencia de muchos, inicié publicando notas y fotos de espectáculos, en aquella famosa revista semanal conocida como Notitas Musicales, cuyo tiraje, en la ciudad de México, superaba el millón de ejemplares.

Entrevisté a muchos artistas y cantantes. Pero… esa no era mi propósito de ser Reportero de la farándula en esta vida. Quería cubrir deportes. Me gustaba mucho el futbol, pero me fascinaba más el box, porque cada fin de semana por las noches acudía a la arena de box para hacer mis prácticas de fotografía con una cámara mecánica Minolta, F1.1, un rollo de película de 400 ASA y sin utilizar flash. Equipo que mi querido Padre Félix Velasco, adquirió con mucho esfuerzo para que cumpliera con una parte de mis estudios en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García.

Cuando ese portento de cámara la tenía en mis manos la apreciaba y la admiraba, por su tipo de lente fino ¡F1.1! No lo podía creer. Y obvio, aparte de que en esta materia como en otras, resulté con buenas calificaciones, me permitió durante mi estadía como escolapio, apoyar al maestro de Fotografía de aquel entonces, Arnoldo Meléndez, ayudarle en las prácticas fotográficas, así como ser instructor en el laboratorio de fotografía de la Escuela.

Mis habilidades y conocimientos en el arte de la lente, me llevaron a representar a mi Alma Mater, en varias ocasiones tuve la oportunidad de exponer fotografías mías como de algunos compañeros de la Escuela en el Círculo de Periodistas de la Ciudad de México, ubicado en pleno centro de la ex capital del país, en Filomeno Mata # 8, en la propia Escuela e igual en otras ciudades del país.

Pero lo que más me enorgullecía, eran las publicaciones de mis fotografías en los grandes Diarios de la Ciudad de México. Me sentía satisfecho, y eso, se lo debía a mi Padre, por darme tan grande obsequio que incluía, un telefoto 80-300 mm y un estupendo flash con una cobertura de 180 grados.

Pero si los grandes Diarios de aquél entonces me publicaban mis fotografías, bien podrían hacerlo con mis trabajos periodísticos, pensé. Y así fue. Varios de esos grandes medios de comunicación publicaban no solo mis fotos sino también mis trabajos periodísticos que una vez que se aparecían, aunque fuera en páginas interiores, los leía y los releía, ensalsándome y recreándome con ellos, me decía que no lo podía creer.

Pero mientras estudiaba, decidí conocer un tío, primo hermano de mi padre que vivía en el Estado de México, cercano a 30 minutos de la casa de origen en el entonces Distrito Federal, cerca del Aeropuerto capitalino (no el Felipe Ángeles), porque era propietario del más grande laboratorio de fotografía del lugar, donde residían más de 2 millones de habitantes. Cual fue mi sorpresa, que no solo se alegró de ver a su sobrino de sangre sino porque me interesaba conocer más acerca de la fotografía, del revelado de rollos en blanco y negro y del retoque de las fotos. Ahí, con ese tío, primo hermano de mi padre, aprendí mucho. A conocer aún más todo el contenido interno de una cámara fotográfica, de todo ese mecanismo que convertía las imágenes en fotos, desde cómo “agarrar” una cámara para tomar fotos, hasta saber para qué servía el diafragma, la velocidad, el tipo de película, los grados ASA, a usarse dependiendo de la luminosidad, la hora cero, el anochecer, a contrasol, entre sombras, y a hacer las tomas fotográficas del personaje en cuestión, para que estas fueran consideradas como “periodísticas”.

Mucho de la teoría y práctica, lo aprendí en el aula de mi alma mater. A partir de ahí, empecé a incursionar en los medios de comunicación. Teoría y práctica. Fue así que compaginaba la Escuela y el trabajo al mismo tiempo. A ganar mis primeros pesos como Periodista, trabajando en un rotativo semanal dedicado a publicar solo Reportajes, uno de los géneros periodísticos que más me apasionaron y con los que empecé a desarrollarme profesionalmente.

En ese medio de Comunicación, precisamente del Estado de México, culminé una de mis mejores etapas como Reportero y al mismo tiempo, ser estudiante.

En muchos de estos trabajos, algunos como prácticas de fotografía de la Escuela o encomiendas reporteriles, en entrevistas con artísticas nacionales o de talla internacional, para cubrir grandes eventos de espectáculos, shows, en el deporte, la educación, el Vía Crucis de Iztapalapa, que reunía a decenas de miles de creyentes, o como la primera visita del Papa Juan Pablo I a México desde el Aeropuerto hasta la Catedral Metropolitana, o la festividad más tradicional, importante e impresionante en México como lo es el Día de Muertos el primero y el 2 de noviembre en Mizquic, donde siempre me acompañaba mi musa, que desde 1977, ya era mi Novia, Yolanda Tafoya Ruiz.

Antes de concluir mis estudios, ya había recorrido participando como free lance -sin que se conociera esa frase en aquel entonces-, en cada una de esas grandes empresas, dejaba huella, porque había que tener esos contactos para cuando terminaran mis estudios. A pesar de estar preparando con tiempo el terreno para una vez terminada la carrera, ir a solicitar trabajo, un mes antes llega al auditorio de la Escuela de Periodismo una persona, que como todos los jueves así sucedía, a darnos una conferencia sobre sus experiencias como directores de medios de comunicación.

Por el auditorio circularon la mayor parte de los Directores de los grandes diarios como de medios electrónicos, radio y televisión de la capital del país, pero también, muchos de la mal llamada provincia mexicana, entre ellos Jesús Blancornelas, que en aquel entonces era dueño del ABC de Tijuana, semanario que cambió su nombre y que ahora se le conoce como Semanario ZETA. Y llegó también, de los que recuerde, Virgilio Caballero, Tere Vale. Pero uno en particular, procedente de La Paz, Baja California Sur, uno que fue Corresponsal de Guerra en sus años mozos, experto en medios de comunicación y propietario del entonces Diario “EL TIEMPO DE LA PAZ”. Su nombre, Octavio Hernández León.

Unas semanas antes de nuestra graduación -junio de 1979- junto con mi esposa Yoly Tafoya, llegó Octavio Hernández a darnos esa plática de “los jueves”. Pero no solo eso, al término de la conferencia dijo que en su Diario, requería de 4 Reporteros. Recuerdo que al unísono todos levantamos la mano. En mi caso, había planeado salir de la Ciudad de México a ejercer la profesión. Poblaciones como Tijuana en Baja California, en Tepic, Nayarit, en Veracruz, estado donde tenía su rancho mi Abuela paterna, Colima, me llamaban la atención, pero… Resulto ser La Paz.

Como todos queríamos trabajar, y solo podía contratar a cuatro, propuso un “examen” para evaluar nuestros conocimientos de la vida real y nos pondría a prueba mediante la redacción de uno de los géneros periodísticos más difíciles: el Artículo. Propuso fecha, se pidió el salón auditorio, todo el equipo de mecanografía, unas máquinas marca Olivetti -antes no existían las computadoras- y teníamos que entregar dos artículos sobre temas distintos.

Se llegó el sábado acordado para tal evaluación. Nos dijo que de todos los que haríamos este examen, solo cuatro de los mejores trabajos, tendrían la plaza segura en La Paz, y que los nombres de los cuatro mejores, aparecerían inscritos en la puerta principal de la Dirección del Plantel, y con la secretaria del entonces director Don Alejandro Avilés, los boletos de avión respectivos para viajar al puerto de ilusión, al día siguiente de nuestra graduación, bueno, los que nos graduarnos, porque dos de mis compañeros de ese viaje, no fueron a la fiesta porque no formaban parte de mi generación.

Recuerdo que esa misma noche de la fiesta de graduación le avisé a mis padres de mi decisión de irme a trabajar al interior del país, y les pedí de favor, que me llevaran la maleta y que nos viéramos a tales horas en el Aeropuerto, porque esa noche iba a disfrutarla.

Así fue prácticamente que de la fiesta me dirigí al aeropuerto, pero no alcancé a abordar el mismo avión que mis otros compañeros, por culpa de la sobredemanda que existía en ese momento 9 de julio, temporada de vacaciones, y como es lógico, por un minuto que llegaras tarde, ya no alcanzabas lugar. Así que mi Director, que nos estaba esperando para hacer ese viaje con nosotros, movilizó sus influencias y abordé otro avión dos horas más tarde. Así fue como llegué a La Paz, a las 2 de la tarde de aquel verano del 9 de julio de 1979, para sumarme como uno más que llegaron  esta bendita tierra Sudcaliforniana.

Atrás había dejado mi familia, a mi musa. Todo. Iniciaba mi aventura como profesional del periodismo, sin conocer a nadie en este puerto de apenas 120 mil habitantes, pero con muchos medios de comunicación, impresos y electrónicos. Empezando por el Tiempo de La Paz, el Sudcaliforniano, el Últimas Noticias, el vespertino Avante, La Voz, La Extra, Canal 10, la XEHZ, Promomedios California cuyo gerente y periodista Gustavo Gutiérrez González (QEPD), fuimos excelentes amigos.

Cómo olvidar a Don Carlos Morgan Martínez, Director del diario El Sudcaliforniano con su famosa columna “Desde la Terraza del Perla”; o periodistas de aquella época o como les dicen ahora “de la Vieja Guardia”, mi amigo Benedicto Hernández, Jefe de redacción de El Sudcaliforniano y después del diario El Peninsular; de mi compadre Maximino Rodríguez Palacios (QEP), asesinado frente al City Club por la delincuencia organizada; de mi amigo y exjefe, profesor Alfredo Carballo Cota; de Ramón Ortega Reyes y José María Tapia Ruiz (QEPD); de Adán García Rosales; del autor de la famosa frase “léeme mañana”, que para los políticos de ese ayer, ya sabían su significado, Eutimio Pinzón Esposa, poeta y columnista político; y de muchos otros más que se me escapan de la memoria, muchos de ellos, que se nos adelantaron el camino, y otros, están con nosotros, afortunadamente. Pido disculpas por aquellos con quienes durante ese tiempo, ejercimos juntos el periodismo cargando una grabadora, nuestra máquina de escribir lettera Olivetti 86, la cámara fotográfica o aquel enorme equipo de grabación para quienes trabajaban para la televisión.

Al lado de todos ellos cumplimos nuestra tarea en su tiempo, fieles testigos de la labor que como periodista desarrollé, porque con todos ellos, aprendí mucho de lo que ahora soy.

Muchas vivencias entre compañeros y amigos de los medios, era una hermandad con la que nos distinguíamos, donde no había envidias porque éramos como una gran familia que nos frecuentábamos en la casa de cualesquiera de nosotros los fines de semana, prorrateándonos según nos tocara, y la relación prensa gobierno, era totalmente diferente a la actual. Pero en todo ese lapso, de 1979 a la fecha, he ganado muchísimos amigos, a los que aprecio de verdad.

En todos esos años desde que estudiaba y trabajaba -1977- en los medios de comunicación, y hasta la fecha, he cumplido con la formalidad de ser un Periodista completo, pues he desarrollado y explotado todos los géneros periodísticos, desde la nota fría, pasando por la entrevista; luego la crónica periodística, el reportaje, la editorial, la fotografía y la columna, que en este caso, es política (Micrópolis).

Como profesional del Periodismo, he cubierto todas las actividades, hasta la deportiva en su momento, pasando por la policíaca, las sociales, espectáculos, y toda actividad productiva, gubernamentales, legislativas, visitas presidenciales, y todo lo que todo buen periodista que se considera así, haya cubierto en estos 45 años.

Esta basta experiencia y conocimientos, me ha permitido convertirme desde hacer varios años, en un analista político, un crítico, observador y hasta consejero.

He sido jefe de redacción, de información, director de medios de comunicación, Representante y Corresponsal de indistintos medios informativos nacionales, ocupado cargos relacionados con mi profesión en la función pública, privada y deportiva. Soy cofundador de Asociaciones de Prensa como la Asociación de Prensa y radio APRY, desde el 16 de julio de 1979; cofundador de la Asociación Estatal de Corresponsales, tesorero y presidente; presidente de la Unión de Periodistas Democrático (UDE), Cofundador y Vicepresidente de la Asociación de Reporteros Sudcalifornianos (ARSAC), hasta el 2018; Presidente del Certamen Estatal de Periodismo del 2014 al 2018.

Cofundador de la Revista de Periodistas. Fundador y dueño de la Revista Análisis Periodísticos BCS, propietario de la página web, analisisbcs.com; entre muchas cosas he sido y ocupado.

En todo este trayecto, no ha faltado mi musa, Yolanda Tafoya Ruiz, con quien contraje nupcias el 9 de marzo de 1982. Compañera de la misma carrera y de vida, procreando dos hijos, Félix y Zyanya, quienes nos regalaron 4 nietos Andrea, Diego, Demián y Dante. Hemos formado una familia feliz con mi nuera Dalia y ni yerno Martín.

Finalmente, en Análisis Periodísticos BCS, primero en su etapa de impresión con 18 años saliendo cada mes y después convertida en página web, analisisbcs.com, encontré a un excelente equipo de amigos colaboradores que creyeron en este proyecto. Me sería difícil enumerar a todos ellos, porque no quiero cometer una omisión no nombrarlo, pero a todos ellos, agradezco su confianza por acompañarme en este medio de comunicación, como a todos aquellos Amigos que he conocido a lo largo de esta trayectoria en Baja California Sur.

Decidí escribir esta biografía, como una manera de dejar un breve testimonio para mis hijos Félix y Zyanya, como para mis nietos Andy, Diego, Demián y Dante, y agradecer a mi esposa Yolanda Tafoya, que me ha acompañado durante estos 45 años, de los cuales llevamos casados 40, y con quien hemos formado una familia feliz y unida, siempre acompañándome en esta travesía, a ellos mi agradecimiento, respeto y cariño.

45 años, se lee y se dice fácil, pero…

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